Empezar algo con la afirmación «la verdadera respuesta a…» es algo osado, y casi con total seguridad equivocado.
Por eso, aquí voy a defender las dos hipótesis, y que cada cual se quede con la que más se adapte a él. La idea es que te quedes con la que para ti afirme con rotundidad que tú eres un emprendedor.
1. El emprendedor nace. Es obvio. Todos nacemos emprendedores. Todos, cuando la necesidad aprieta, nos buscamos la vida. Está en nuestra naturaleza, como lo está el querer mejorar. Somos cazadores recolectores; somos creativos; somos resolutivos. Únicamente es la cultura que nos rodea y la educación que recibimos la que puede hacernos creer lo contrario. Creer, por ejemplo, que hay distintos tipos de personas: los que son emprendedores y los que no.
2. El emprendedor se hace. Somos la especie más dependiente al nacer. Sin la atención y cuidado constante de nuestros padres, moriríamos en poco tiempo. Nadie nace apto para buscarse la vida, desde la cuna. Es en función del entorno que te rodee, tu educación y las circunstancias de tu vida, que te verás forzado, o no, a emprender. Y está demostrado que se aprende a cualquier edad: nuestro cerebro es maleable. Nuestras creencias, capacidades, habilidades y circunstancias cambian y evolucionan a lo largo del tiempo. Es normal que nos adaptemos y, si es necesario, nos hagamos emprendedores.
Te habrás dado cuenta de que, en realidad, en las dos estoy diciendo lo mismo. Sí, soy un poco tramposo. Pero, ¿acaso no nacemos todos con la capacidad de hacernos emprendedores? Solo tienes que encontrar el impulso adecuado: en tu entorno, en tus circunstancias, en tu necesidad o en tu deseo. La capacidad, la tienes. Como tienes la de reponerte, levantarte y aprender de tus errores. Si crees que no la tienes, es porque te han vendido la moto. Así que olvida esa historia, y crea otra que te sea más útil. No esperes mucho. El tiempo pasa.