Hace un tiempo que se viene usando el término crisis de valores para definir esta supuesta crisis que tanto le gusta mencionar a los diarios, los partidos y a la gente que, incapaz de cuidar de sí misma, les gusta poner fuera sus problemas antes que ocuparse personalmente de ellos.

No voy a negar los problemas económicos, los mangantes y los aprovechados (políticos, periodistas, asociaciones, excusistas profesionales, etc.) que durante estos años hemos tenido tan presentes.

Pero esa supuesta crisis no ha ocurrido para todos, y eso tampoco nadie me lo negará. De lo que muchos no se dan cuenta, es de que esa crisis solo ha ocurrido para aquellos que la tenían todo el día en la punta de la lengua.

Ya sabemos que en lo que te enfocas es lo que consigues, etc.

Esta mañana me he visto metido en un pequeño atasco primero y en el metro después, viendo las caras que me rodeaban: las mismas de siempre a esas horas en una gran ciudad, cansadas, hastiadas, mustias. Atrapados la mayoría en su rutina. Y me dio por pensar en esto de la crisis

 

Las crisis de valores en la historia

Tenemos poca memoria. Siempre parece que cualquier tiempo pasado fue mejor. Pocas veces, sin embargo, nos ponemos a pensar sobre ello de forma objetiva.

Parece que esta crisis de valores es cosa reciente, y sin embargo ha existido a lo largo de toda la historia. En cada momento de la historia, en cada país, han existido mangantes, corrupción, traiciones, manipulaciones, consumismo. De hecho, si pensamos en los dirigentes del pasado, nos encontramos con muchos ejemplos de regentes despóticos, ególatras, paranoicos, o que se creían semi-dioses.

Así que ahí hemos mejorado bastante, en mi opinión.

Ahora algún lector ávido podrá justificarme que había un cierto dirigente en cierto país lejano en cierta época que era el colmo de las bendiciones o que si la República blablabla

Genial, cada uno tiene su opinión.

Desde donde yo lo veo, echando la vista atrás, el ser humano siempre se ha guiado por su afán de explorar nuevos territorios, de expandir sus dominios, de conocer el por qué de las cosas y qué hay más allá de esa montaña, de buscar la forma para conseguirlo y de crear los medios para hacer más cómoda y fácil su vida. En una palabra: progresar.

Y todo esto se debe a una capacidad mágica perteneciente a todo ser humano: su imaginación. La parte más importante de su intelecto, que no solo nos permite, sino que parece que también nos obliga a progresar. Progresar como especie, como grupo y como individuo, en una mejora constante, sin fin.

El problema viene cuando esa necesidad de progreso se enfoca en lo externo y material. Qué diferente es, sin embargo, cuando ese progreso viene de dentro.

Cuando se progresa por fuera pero no por dentro, llegan estas supuestas crisis de valores.

Y es entonces cuando nos dejamos tentar por la vida fácil y cómoda (que casi nunca es sinónimo de feliz). La ley del mínimo esfuerzo es universal, y desde luego útil y necesaria para ahorrar energía. Pero nos lleva a ocultar lo que de verdad somos a través de medios externos, en lugar de dejar que salga a la luz y aportar nuestro propósito al mundo.

Ocultamos tras una capa de consumismo esa parte de nosotros en la que reside el miedo, la incertidumbre, el dolor. Nuestros antepasados la ocultaban a través de las religiones, entre otras cosas. Nosotros, creemos ser más listos y sin embargo repetimos los mismos errores. Eso sí, cada vez con nuevos envoltorios que nos hacen parecer más sofisticados (e incluso auténticos): fútbol, adicciones de todo tipo (desde el tabaco a los videojuegos), consumo, etc.

A través de un consumo excesivo, ya sea de objetos o experiencias, ocultamos nuestro verdadero ser. Ese miedo, ese dolor, esa incertidumbre… pero también esa alegría verdadera, amor y grandeza que reside en cada uno de nosotros/as. Dime cuánto consumes y te diré cuán insatisfecho/a estás con tu vida.

Lo único que conseguimos con esto es dañar al planeta, a los demás y a nosotros mismos. Pero lo peor de todo, desde mi punto de vista, no es el daño que hacemos. Lo peor es el bien que no hacemos. Y es que mientras nos ocultemos tras esos medios externos de conseguir lo que realmente queremos, estaremos ocultando al mundo nuestro verdadero potencial, ese que reside en nuestro interior. Liberarlo, ser auténticos y actuar desde nuestra identidad esencial nos hará más felices; y esa es la única fórmula para hacer de éste un mundo mejor.

Un mundo sin crisis de valores. Un mundo sin crisis de ningún tipo.

 

Las crisis del futuro

Ya he dicho que estas crisis no son nuevas. Ese comportamiento lo tenían nuestros abuelos, lo tenían sus abuelos, y lo tenían todos los seres humanos de la historia. Es increíble la instintiva capacidad que tenemos como especie para crear y destruir, desvelar y ocultar, atrevernos y asustarnos. Todas ellas dualidades que nacen de un único lugar: nuestras emociones. Nos creemos dueños de una razón extraordinaria, cuando somos en más de un 80% pura emoción. El inconsciente siempre, siempre, domina sobre la razón.

Lo importante es qué hacemos a partir de ahora.

 

Aquellos que no recuerdan el pasado están condenados a repetirlo. – George Santayana

 

Si quieres ver crisis, siempre la verás. Cada momento del pasado, del presente y del (hipotético) futuro es un momento propicio para ver una crisis. Como también lo es para ver un sin fin de oportunidades y de momentos llenos de significado.

Ya sabes que los chinos utilizan la misma palabra para crisis que para oportunidad.

 

 

Crisistunidad. Todo depende de en qué te enfoques. Y esto no es magia, ni charlatanería. Esto es ciencia. Si no conoces en qué consiste el Sistema de Activación Reticular de tu cerebro, te recomiendo que leas el post de Francisco Alcaide dedicado a ello. Mario Alonso Puig también lo cuenta muy claro en alguno de sus libros.

Depende, pues, de cada uno de nosotros/as en qué queremos poner el foco. Cada uno de nosotros/as decide a qué casta quiere pertenecer: si a esa casta que oculta su propia identidad esencial con esos medios superficiales; o a otra casta, igualmente humana, con sus errores, miedos e inseguridades, pero que ha decidido tomar conciencia de sí mismos/as y de la grandeza que hay en cada uno de nosotros/as, así como en cada pequeño detalle del mundo que nos rodea. La primera muere un poco más por dentro cada día y la segunda es la que hace de este mundo un lugar maravilloso.

Porque un mundo mejor es un mundo auténtico. Vulnerable pero fuerte. Un mundo en el que el amor triunfa sobre el miedo. Ese miedo que todos llevamos dentro: a no ser suficientes, a no encajar, a que nos falte el sustento. Ese miedo que podemos ocultar distrayéndonos con accesorios, o que podemos asumir y encarar desde dentro y, por qué no, a veces incluso dejarnos llevar por él. Porque somos humanos. Pero dentro de nosotros somos mucho más.

Ahora eres Tú quien decide. Y esa decisión se toma cada día, cada momento.

No siempre hay que acertar, pero siempre hay que aprender.

Decide.