Esta mañana me he despertado con un pensamiento en la cabeza. Bueno, en realidad, con muchos, pero eso suele ser habitual. Pero después de todos esos pensamientos, solo quedó uno. La necesidad de control.

Todos tenemos las mismas necesidades psicológicas básicas, pero cada persona las tiene en una medida o prioridad diferente. Una de esas necesidades es la de seguridad o certidumbre. Es de las más básicas, y está directamente relacionada con el instinto de supervivencia. No se refiere únicamente a seguridad física, sino también psicológica o emocional. Entre otras cosas, es la necesidad de saber que tenemos el control.

Pero, ¿qué es el control? ¿Cuándo tenemos el control? ¿Qué pasa cuando no lo tenemos?

En mi caso, la necesidad de seguridad es en general baja. Para mí son más prioritarias otras necesidades básicas, como la de afecto, reconocimiento e incertidumbre (o novedad, variedad). Pero, como he dicho, todos tenemos las mismas necesidades. Así que, aunque en menor medida que el resto, también tengo esa necesidad de seguridad. Y me he dado cuenta de que esa necesidad depende de la percepción de control que tenga. Eso me ha llevado a alguna conclusión interesante que expongo más adelante.

Distintas manifestaciones del control

Del control que creamos que tenemos de una situación dependerá cómo actuemos ante ella.

  • Podrías no querer encarar una conversación incómoda (con tu jefe, un amigo, tu pareja…) por no tener el control de la situación. No sabes cómo va a reaccionar el otro, ni sabes cómo comunicarte de la mejor forma posible.
  • Tal vez no te atreves a sacar adelante un proyecto porque la incertidumbre sobre tu futuro supera a tu sensación de control.
  • Puede que te guste más trabajar por tu cuenta que para otros, precisamente porque necesitas el control sobre lo que haces en tu trabajo.
  • Quizá seas incapaz de relajarte delante de otras personas, o ser tú mismo/a, por no controlar lo que puedan pensar de ti.
  • Es posible que te dé miedo montar en avión, o incluso en coche si no conduces tú, ya que el control no depende de ti.
  • A lo mejor incluso te gustaría tener más autoridad, ya sea en tu familia, en tu trabajo, en la sociedad. Te gustaría tener más control.
  • Podría seguir así todo el día, pero creo que no es necesario. Estoy seguro que ahora mismo en tu cabeza tienes situaciones parecidas o completamente diferentes a estas, en las que para sentirte seguro/a necesitas una cierta cantidad de control sobre la situación.

Tener control sobre la situación significa eliminar parte de la incertidumbre que nos acecha. Y de ello depende también cómo percibamos el riesgo asociado a esa situación.

La percepción del riesgo

El riesgo es algo completamente relativo y subjetivo. Da igual que se trate de una operación financiera, de un deporte, o de una situación cotidiana (como cantarle a alguien las cuarenta, o conducir). El riesgo percibido en cada situación dependerá de cada persona. Hay personas amantes del riesgo, personas que huyen del riesgo y personas indiferentes al riesgo. Pero, aún así, también dependerá de la situación. Una persona amante de los deportes de riesgo puede acobardarse ante una simple discusión, y una persona que percibe como peligroso casi cualquier deporte fuera del gimnasio puede ser un gran apostador. E incluso, en la misma persona, la percepción del riesgo puede variar con el tiempo.

Es decir, que el riesgo depende de la percepción de cada uno. Y esa percepción dependerá del control que creamos que tenemos sobre esa situación. Para mí, control y riesgo son inversos. A más control, menos riesgo percibido, y viceversa. Creo que la sensación de control y el riesgo percibido varían en función de:

  • La información disponible. El conocimiento y la información de la que dispongamos nos harán percibir una situación como de más o menos riesgo.
  • La práctica o el talento para llevarlo a cabo. Si estamos acostumbrados y lo hemos hecho otras veces, o somos naturalmente buenos en ello, percibiremos menos riesgo ante una situación que si lo vivimos por primera vez.
  • Las experiencias pasadas. Aunque tengamos práctica en algo, si esa práctica es negativa y no somos capaces de aprender de ella, la percepción del riesgo puede aumentar en vez de disminuir.
  • Nuestras creencias y educación. Como cualquier percepción, nuestro sistema de creencias nos condicionará a percibir de forma totalmente diferente una misma situación.
  • La experiencia de otros. Emparejado con el punto anterior, saber de los éxitos o fracasos de otras personas haciendo lo mismo puede modificar nuestra percepción del riesgo.
  • Nuestras emociones en ese momento. Una de las cosas más importantes, y por lo que es básico una buena gestión emocional.
  • La confianza en uno/a mismo/a, en alguien, o en la providencia. A veces decidimos dejarnos llevar y confiar, ya sea en nuestro subconsciente, en un experto, en el azar, el destino, en un ser superior, o en lo que tenga que ser, será… en cualquiera de los casos, nos hace sentir seguridad el creer que algo por encima de nosotros (aunque sea nuestro subconsciente o un amigo) tiene realmente el control. Esto depende de nuestras creencias y nuestras emociones.
  • Lo borracho que vayas. No es broma. Estar bajo la influencia de alcohol, drogas o ciertos medicamentos nos hace considerar el control que tenemos de una situación de una forma a menudo muy diferente que en un estado de sobriedad.

Es posible que me deje algún punto, pero sí creo que todos los que he citado condicionan esa percepción.

Un ejemplo sobre la percepción del riesgo: hay personas a las que cruzar el puente de la foto les parece tremendamente arriesgado. Yo lo percibo como bastante seguro: simplemente camino con precaución. Otras personas lo percibirán como un juego de niños y ni siquiera necesitan mirar dónde pisan: tienen más práctica y confianza. Creen que tienen suficiente control.

puente-arribes

Sin embargo, durante casi toda mi vida he considerado muy arriesgadas ciertas situaciones que para la gente son totalmente seguras y cotidianas. Simples conversaciones, exponerme a un no, al ridículo… cosas típicas de la ansiedad social. Cambié mis creencias al respecto, cambié mis emociones, comencé a aprender y practicar y aumentó mi confianza. Después de todo ello, mi percepción del riesgo en una situación social se redujo considerablemente, ya sea en una simple conversación o en un discurso a un público. Creo que tengo suficiente control.

Pero todo es una percepción. Tanto el riesgo como el control. Es imposible tener realmente el control.

Es imposible tener el control

A veces creemos que tenemos una situación o un tema totalmente controlado. Pero en realidad eso no es cierto.

Si lo piensas, en ninguna situación el control puede ser completo. Nunca. Y me explico: cualquier situación es más compleja de lo que en principio puedas percibir. Cualquier acción que lleves a cabo, lo harás sobre un sistema. Es posible que conozcas todas las variables de ese sistema concreto. Pero ningún sistema está aislado. Cualquier sistema pertenece a un sistema mayor. Da igual que sea tu sistema corporal, un sistema bursátil, un sistema familiar, un sistema ecológico, el sistema de un juego o cualquier tipo de sistema que puedas pensar. Cualquier sistema tiene relación con otros sistemas, del mismo orden o de orden superior. En último término, cualquier sistema pertenece al sistema Universo. Y posiblemente ese sistema pertenezca a otros de orden mayor (múltiples dimensiones o lo que sea). Al final, todo sistema pertenece al Sistema Todo. Sea lo que sea ese último Sistema.

Y, créeme, por mucho control que tengas sobre algo, no controlas ni de lejos todas las variables que pueden afectarle.

Por ejemplo: puedes tener totalmente controlada una presentación: has practicado y estás preparado/a para cualquier inconveniente… ¿pero has controlado que una tormenta no haya dejado sin luz el edificio y tengas que realizar la presentación sin medios? ¿o que el cliente tenga un mal día y en vez de una hora te conceda veinte minutos? ¿o que no salte la alarma de incendios en medio de tu presentación y haya que desalojar el edificio? ¿o que algo que comiste el día anterior decida sentarte mal en ese momento? ¿o que justo antes de comenzar, tu pareja te llame para decirte que te abandona? ¿o que…? Bueno, creo que lo pillas.

Sé que me he puesto muy dramático en este último párrafo. Mi intención con ello no es ni mucho menos crearte paranoias sobre la incertidumbre en la que vivimos. Todo lo contrario. Lo que pretendo es que te des cuenta de que, en último término, es imposible tener el control.

Da igual que creas que no has dejado nada al azar. El azar es impredecible.

Así que relájate y disfruta. Controla todo lo que esté en tu mano controlar, pero no más. Creo que lo más eficiente es dedicarse a controlar suficientemente los parámetros importantes más habituales de una situación. Y recalco el suficientemente. Aprende a saber cuándo es suficiente. Al final de este artículo hablo más sobre esto.

Fama, liderazgo y éxito

Tres situaciones que me han venido a la mente esta mañana.

¿Podemos controlar nuestra fama? Fama entendida como reconocimiento, popularidad, marca personal o aprecio. Es imposible de controlar: depende totalmente de los demás. Podemos gestionarlo mejor o peor, pero en última instancia el qué pensarán de mí es controlado por los demás. Así que preocúpate más de ser tú mismo/a y menos del qué pensarán.

¿El liderazgo es tener el control? En absoluto. El liderazgo natural, real, trata sobre tener una visión, ser tú mismo/a y ayudar a los demás en su desarrollo personal o profesional. Ser un líder es preocuparse por tus seguidores. Por cada uno de ellos. Ser un líder es tener un objetivo que te transciende y la determinación de conseguirlo implicando a otros. Ser un líder es actuar en base a unos valores que tus seguidores comparten. Pero nada de eso depende de tener un control real. No controlas a las personas, no controlas tu objetivo, incluso no te controlas a ti mismo/a en todo momento y en cualquier situación. Hay veces que tu cerebro reptiliano o tu amígdala toman el control por ti.

¿Tener éxito es tener el control? A menudo cuando hablamos de alguien que es experto en algo nos referimos a que esa persona controla de ese tema. Efectivamente tener cierto control sobre un tema nos garantiza una alta probabilidad de éxito en ese campo. Pero es solo eso, una probabilidad. Rafa Nadal controla muchísimo de tenis y no gana siempre. Warren Buffet controla muchísimo de inversiones, y no gana siempre. Sin embargo, son considerados expertos porque tienen un control suficiente en su campo como para que la estadística juegue a su favor.

Y tener la estadística de tu parte no es moco de pavo. A continuación expongo lo que para mí es la forma de conseguirlo. Estoy seguro de que no te sorprenderá, pero quizá encuentres la motivación que necesitabas.

Actuar para aumentar el control

El miedo a la incertidumbre se basa en cuanta cantidad de control necesitamos tener. Y para aumentar esa sensación de control, es necesario actuar.

Solo actuamos cuando percibimos una sensación de control que es suficiente para nosotros. Incluso cuando nos confiamos a un poder superior, la confianza que nos aporta saber que otro tiene el control nos hace percibir una sensación mayor de control de la situación. Confiar en el control que tiene otra persona, un proceso automático, una empresa, o un ser superior… aumenta nuestra percepción de que tenemos el control.

Sin embargo, cuando creemos que no tenemos el control es cuando nos sentimos realmente incómodos. Cuando aparecen el miedo, la ansiedad, los nervios. A veces esa incomodidad la sacamos fuera de nosotros: culpamos al entorno, a la situación, a que yo soy así, o al yo no entiendo de esto.

Todos evitamos situaciones en las que sabemos que no tendremos el control. Creer que no tendremos el control significa creer que no obtendremos buenos resultados. Pero no existen los malos resultados, solo el aprendizaje. La gente atrevida y los que tienen éxito lo saben muy bien: a menudo el fracaso es el camino necesario para el éxito. Pero del éxito también se aprende.

¿Cómo aumentamos nuestro control? Ya he dicho antes algunas variables que creo que influyen sobre nuestra sensación de control. Pero para que esas variables se den, hay una que debe ir primero: actuar.

Para aumentar nuestro control sobre una situación, necesitamos enfrentarnos a ella. Después, aprender del resultado, tanto si ha sido un éxito como si ha sido un fracaso. La práctica hace al maestro. Y lo que consigues con la práctica es, ni más ni menos, aumentar las probabilidades de tener éxito. Aumentar el control sobre la situación. Y si practicas lo suficiente, de la forma adecuada, el éxito estará casi asegurado. Y digo casi porque ya sabes que es imposible controlar completamente una situación, puesto que es un sistema.

La gente que se atreve a actuar se expone a menudo a situaciones incómodas en las que su control es muy reducido. Las posibilidades de un resultado no deseado son altas, pero de esa situación aprenden para poder exponerse de nuevo a otra situación similar con un control mayor. Aún así, su sensación de control tiene que ser suficiente para exponerse a esa situación. Es decir, que probablemente no intenten hablar en japonés si su vocabulario de japonés se reduce a 0 palabras. Pero quizá lo hagan en cuanto sean capaces de decir unas pocas frases. Otra gente, sin embargo, necesitará estudiarlo durante años antes de atreverse a entablar una conversación. Personas diferentes, percepciones de control diferentes.

Es obvio que cuanto más complejo sea lo que queremos controlar, más pasos intermedios necesitaremos. Por ejemplo, en mis clases de patinaje antes de practicar un derrape nos enseñan paso a paso distintas aproximaciones, complicando cada vez más el ejercicio. De esa forma nuestra sensación de control va aumentando gradualmente hasta poder hacer el ejercicio completo, que es el objetivo. Sin embargo, intentar la técnica final desde el principio puede asustar a ciertas personas. Otro ejemplo: en el club de oratoria Toastmasters existe una progresión en la dificultad de los discursos que vas realizando. Tanto en tiempo como en elementos narrativos y control del escenario. Cuando controlas un paso, avanzas al siguiente. Vas ganando control y confianza.

Creo que esto último es evidente, se utiliza en cualquier método de enseñanza. Y también lo utilizamos de forma natural en casi todo lo que hacemos. Aprender es adquirir control sobre ciertas materias o habilidades. Y para eso hay que ir avanzando en la medida en la que nuestra sensación de control nos lo permita.

Olvídate de controlarlo todo, o de necesitar el control absoluto de una situación. Es imposible. Lo mejor que puedes hacer es maximizar tus oportunidades de éxito. Inclina la balanza a tu favor a través de la práctica. ¡Actúa! Comienza en pequeño, según sea tu necesidad de control, pero actúa. Tu confianza y seguridad crecerá progresivamente, pero no lo hará si no actúas.

 

P.S.: No he podido resistir la tentación de poner esta canción de Chemical Brothers, Out of control :P

3, 2, 1… ¡Actúa!

 

© Foto portada: Rollerblade (modelo: Greg Mirzoyan)