«Si no votas, no tendrás derecho a quejarte.»

Es una frase muy recurrente cuando se acercan las elecciones. Con la democracia, hemos dividido nuestros actos en derechosobligaciones. Pero a veces confundimos las cosas. Votar, es un derecho; no una obligación. Al menos en un estado democrático. A pesar de los esfuerzos que generaciones pasadas hayan hecho para conseguir ese derecho. Eso no lo convierte en obligación. Porque si fuera una obligación, esos esfuerzos no habrían servido para nada.

Desde aquí no abogo por ejercer o no ese derecho. Me da igual que vayas o no a votar. Pero, hagas lo que hagas, no tienes derecho a quejarte.

Bueno, desde un punto de vista democrático, legal, sí lo tienes. Tienes derecho a hacer muchas cosas que no son ni productivas, ni sanas, ni éticas, si me apuras.

Pero cuando vayas a ejercer tu derecho a quejarte, te animo a que pares un momento, respires hondo, y lo pienses de nuevo. Te animo a que ejerzas, en su lugar, tu derecho a hacer algo. Tu derecho a cambiar , para cambiar el mundo.

Nunca llueve a gusto de todos. Sin embargo, llueve. Y la lluvia seguirá ahí, te guste o no. Quejarte no soluciona nada. O sacas un paraguas; o aprendes a disfrutar de ella. (O nos ponemos radicales y lanzamos cohetes de yoduro de plata a las nubes, pero esa es otra historia.)

Y hablando de lluvia, es un buen momento para disfrutar por un momento de una de mis películas favoritas:

 

I’m singin’ in the rain
Just singin’ in the rain
What a glorious feelin’
I’m happy again.
I’m laughing at clouds.
So dark up above
The sun’s in my heart
And i’m ready for love.

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