Dos mil trece ha sido un gran año. Al menos para mí. Pero estoy seguro de que para ti también. Si no crees lo mismo, sigue leyendo…

Hoy, en mi hábito de dedicar los lunes a mantener mi vida sencilla, he dedicado un buen rato a pensar y poner por escrito todo lo bueno que ha tenido este año para mí y los que me rodean; todas las gratas experiencias que he vivido; todo lo que he crecido. ¿Y esto para qué? Principalmente por un par de motivos:

El primero, que es muy difícil celebrar algo si no tienes constancia de ello. Y celebrar nuestros éxitos es muy importante para aprovecharlos y continuar creciendo. Además te pone de buen humor, qué caray.

Además, el segundo motivo tiene relación con ese buen humor: pensar en cosas buenas obliga a tu mente a enfocarse en más cosas buenas. Se trata de un efecto derivado de la percepción selectiva. ¿Alguna vez te ha pasado que estás pensando en comprarte un coche, y de repente lo ves por todas partes? De la misma forma que cuando una mujer está embarazada de repente solo ve embarazadas a su alrededor. No es magia, no es casualidad. Es percepción selectiva. Tu mente se enfoca en lo que te interesa. Y si dedicas tiempo a algo quitándoselo a otras cosas, tu mente interpreta que ese algo te interesa. Por eso dedicar un tiempo a pensar en cosas positivas hace que tu mente se enfoque desde ese momento en más cosas positivas, las que estén por llegar.

Eso significa que, en el fondo, cómo vivas una situación depende de en qué te estés enfocando. Seguramente a menudo tienes puntos de vista diferentes con tus amigos, tu familia o tus compañeros de trabajo. Y es posible que en algunos temas en los cuales tú solo ves cosas buenas, ellos no vean más que inconvenientes, o viceversa. ¿Quién está equivocado? Probablemente nadie, o quizá todos. Sencillamente, cada uno tiene una óptica diferente, porque su mente está enfocada en aspectos diferentes de la realidad.

Es decir, que todo depende del cristal con que se mire. Así que si opinas que éste no ha sido un buen año (o incluso que ha sido terrible) y esperas que el que viene sea mejor… recapacita. ¿En qué te estás enfocando? ¿De verdad ha sido tan malo? Es posible que este año hayas tenido momentos desagradables, es cierto. Momentos que no querrías repetir: fracasos, pérdidas, malas experiencias. Pero, por una parte, pasar por esos momentos es una condición sine qua non de estar vivo. Y, por otra, toda experiencia que en un principio puede parecer desagradable, con el tiempo, o desde la óptica adecuada (más amplia, a menudo), puede repararnos algo que sí es positivo. ¡Ojo! Esto también puede ocurrir al revés: circunstancias que a primera vista creemos que son muy buenas, pueden resultar en algo realmente dañino. Para ilustrar esto, quiero compartir una pequeña historia que recoge Anthony de Mello en su libro Sadhana, un camino de oración.

 

Una historia china habla de un anciano labrador que tenía un viejo caballo para cultivar sus campos. Un día, el caballo escapó a las montañas. Cuando los vecinos del anciano labrador se acercaban para condolerse con él, y lamentar su desgracia, el labrador les replicó: «¿Mala suerte? ¿Buena suerte? ¿Quién sabe?»

Una semana después, el caballo volvió de las montañas trayendo consigo una manada de caballos. Entonces los vecinos felicitaron al labrador por su buena suerte. Este les respondió: «¿Buena suerte? ¿Mala suerte? ¿Quién sabe?».

Cuando el hijo del labrador intentó domar uno de aquellos caballos salvajes, cayó y se rompió una pierna. Todo el mundo consideró esto como una desgracia. No así el labrador, quien se limitó a decir: “¿Mala suerte? ¿Buena suerte? ¿Quién sabe?».

Una semana más tarde, el ejército entró en el poblado y fueron reclutados todos los jóvenes que se encontraban en buenas condiciones. Cuando vieron al hijo del labrador con la pierna rota le dejaron tranquilo.

¿Había sido buena suerte? ¿Mala suerte? ¿Quién sabe?

 

La historia me acaba de recordar al símbolo chino del Ying-Yang. En todo bien existe el mal, y en todo mal existe el bien. Toda situación se puede interpretar de muchas formas diferentes. Normalmente nuestra mirada solo alcanza a ver una parte muy sesgada de la realidad, y depende de nosotros modificar ese sesgo. La buena noticia es que es posible aprender a enfocarse en lo que realmente nos va a hacer felices. Dice Joe Dispenza en la película Y tú qué sabes que nuestro cerebro capta alrededor de 400.000 bits de información por segundo. Sin embargo, solamente somos conscientes de unos 2.000 de esos bits. Es decir, que cada circunstancia que vivimos (la realidad) la pasamos por un filtro que viene determinado por lo que nos estemos enfocando en ese momento. También depende de nuestro conocimiento, creencias, valores, etc. Pero creo que lo más importante es el foco. En qué hayamos decidido enfocarnos. Y, sin duda, es lo más fácil de cambiar.

Por eso el ejercicio que he hecho hoy era tan importante. Me ha servido para poder terminar el año recordando solo lo que merece la pena recordar: los buenos momentos, y lo que aprendí de los malos momentos.

Podemos quejarnos de que las rosas tienen espinas, o regocijarnos porque los arbustos con espinas tienen rosas.

–Abraham Lincoln

¿A solas o en compañía?

Y tú, ¿qué vas a recordar de este año? El ejercicio es muy simple: únicamente tienes que disponer de papel y boli, y un poco de tiempo. Ni siquiera es necesario que lo hagas tú solo/a: ¡puedes hacer una tormenta de ideas con tu familia o tus amigos! Incluso en el trabajo, con tus compañeros, me parece una idea genial para cerrar el año. Todos juntos recordaréis muchas más cosas que por separado. Si además le añadís dibujos, será mucho más divertido y fácil de recordar en el futuro.

Estoy seguro de que hacerlo te ayudará a celebrar el fin de año con mucha más alegría. Y además estarás más enfocado/a a pensar en positivo. De hecho, cuando descubras el efecto tan beneficioso de este ejercicio tan simple, querrás hacerlo a menudo. Por eso voy a explicarte cómo hacerlo de forma muy rápida y sencilla cada día. ¡En solo dos pasos!

  1. Compra un cuaderno. Mejor si es bonito, ya que te pones.
  2. Cada día, antes de acostarte, escribe lo mejor que haya pasado ese día; algo por lo que puedas estar agradecido/a. Una o dos frases, no más. Solo cosas positivas, por pequeñas que hayan sido: desde conseguir algo que deseabas desde hacía tiempo, hasta una tortilla de patata que te ha salido genial.

Eso es todo. Enhorabuena, ya tienes tu Diario de Gratitud. La gratitud es uno de los cambios más poderosos que puedes hacer en tu vida. Cuando te enfocas en ser agradecido, atraes más cosas por las que ser agradecido. El Diario de Gratitud te ayuda a esto. A mí me sirvió para superar mi fobia social, enfocarme en positivo y ser mucho más feliz y productivo. ¿Qué hará por ti? Dale un poco de tiempo, y en unas cuantas semanas me lo cuentas ;)

Para mí, de la gran lista que he hecho sobre lo mejor de este año, me quedo con una cosa: todas y cada una de las personas con las que he conectado. Con algunas por primera vez, con otras de una forma más profunda de como lo había hecho hasta ahora.

Por cierto, GRACIAS. A ti, por leer esta entrada.