Hace unos días escribía sobre un experimento que iba a llevar a cabo el lunes 2 de diciembre. Hoy quiero compartir los resultados de ese reto que me propuse:

Pasar un día entero sin pensar.

 

Introducción

Por si no has leído la entrada anterior, en la que escribía sobre el para qué de ese pequeño experimento y cómo lo pensaba llevar a cabo, lo resumo en estas líneas muy brevemente.

Michel de Montaigne, filósofo francés del Renacimiento, nos advertía: «la mente del hombre divaga sin cesar». Ese divagar hace que estemos constantemente fuera del único momento que existe: el ahora. Nuestra mente pasa una gran cantidad de tiempo moviéndose entre el pasado y el futuro, a veces incluso entre realidades imaginarias que solo existen en nuestra mente. Ese flujo de pensamientos es un reflejo de nuestros estados emocionales; de nuestra insatisfacción, dudas, miedos, etc.

Una forma de acallar esos pensamientos es pasar tiempo en silencio, concentrándonos en el momento presente; normalmente en algo muy sutil, como nuestra respiración. Es lo que se pretende con la meditación, o el mindfulness: a través de ese foco en el momento presente, acallar esas rumiaciones para tener más paz interior.

A todos nos abordan esos pensamientos durante todo el día, y mi reto consistía en pasar un día entero dejándolos pasar. Mantener durante todo el día la mente vacía de pensamientos, y estar en el momento presente todo el tiempo.

¿Quieres saber cómo me fue? Sigue leyendo…

Diario de un día sin pensar

Las reflexiones siguientes se corresponden con las anotaciones que iba haciendo en la libreta que llevaba para no desarrollar los pensamientos que me venían a la mente. Las horas son aproximadas, ni siquiera presté atención al reloj; las añado para facilitar la lectura.

10:00

El día anterior había estado con unos amigos y me acosté más tarde de lo que suele ser habitual, así que me permito remolonear un poco en la cama. Total, no tengo prisa: todo lo que tengo que hacer es no pensar. Curiosamente, estando en la cama fue el momento del día que más me costó acallar mis pensamientos.

Al levantarme, lo primero que hago es meditar. Medito durante aproximadamente 30-40 minutos, con un mantra de gratitud.

Al incorporarme de la meditación, decido que a partir de ahora dedicaré mis lunes a la limpieza y la simplicidad. A hacer limpieza en casa, en los archivos del ordenador, en mí mismo (mental y físicamente), etc. Sin prisas, haciendo todo conscientemente.

11:00

Hago todo muy despacio, como a cámara lenta. Caminar, hacer la cama, vestirme… Llego al baño y, tras lavarme la cara, me miro al espejo. Me doy cuenta de que el mundo seguirá girando aunque yo pare un día entero. De que al día siguiente mi vida seguirá donde estaba. Parece una tontería, pero a veces pensamos que si nos concedemos un tiempo de descanso (una semana, un día, una hora), nuestro mundo se desmoronará. Habrá quien piense que eso es muy fácil hacerlo cuando no tienes obligaciones (hijos, hipoteca, horario fijo…), pero estoy convencido de que no es más que una cuestión de mentalidad, no de obligaciones.

Decido hacer ayuno. En realidad no tengo hambre, ya que ayer cené copiosamente. Y uno de los hábitos que estoy desarrollando es el de comer con hambre. El ayuno se alarga hasta las 15:00, aproximadamente.

Soy más consciente de mi cuerpo, de mis sensaciones.

Me doy cuenta de muchos detalles que hasta ahora me habían pasado desapercibidos. Primero en mi propia casa; pero esa nueva percepción se extiende a lo largo del día. Me vuelvo más curioso sobre todo lo que me rodea, sobre pequeños detalles. Como un niño pequeño, me vienen a la cabeza muchas preguntas sobre lo que estoy observando. Las anoto y las dejo pasar.

Me sorprende que tomo decisiones más rápido. Al no haber jucios y dejar pasar mis pensamientos, tomo decisiones desde mi conciencia corporal. Vamos, que hago lo que me pide el cuerpo. Creo que este es uno de los mayores beneficios que he encontrado de vaciar la mente.

No me agobio en ningún momento de dedicarle tiempo a cosas que, normalmente, intento hacer lo más rápido posible para no perder tiempo. Disfruto mientras lo hago, recreándome en mis movimientos, en la textura de los objetos, en cómo incide la luz sobre ellos… esto es mejor que cualquier droga alucinógena :D Mientras lo hago me embarga una sensación de plenitud. Vuelvo a darme cuenta de que hacer más cosas no te hace en absoluto más feliz: muchas veces te obliga a hacer las cosas con prisa, o pensando en la siguiente.

Además, caigo en la cuenta de que muchas veces no hago ciertas tareas que en realidad me llevan muy poco tiempo y me pueden solucionar muchos quebraderos de cabeza o molestias posteriores; en definitiva, simplifican mi vida con un pequeño gesto.

Me fascina la complejidad sistémica que se esconde tras algunos pequeños detalles. El movimiento de la llama de una vela, rascarte la nuca, … hablaré de ello en otra ocasión.

12:00

Salgo de casa, a dar un paseo por el campo. Inmediatamente me doy cuenta de que no se trata de no pensar y tener la mente constantemente vacía, sino de estar en el momento presente, sin juicios, ni dudas. Detecto casi automáticamente cada pensamiento que viene a mi mente, y lo dejo pasar. La mayor parte de las veces, los pensamientos que vienen son relativos al ahora, al momento presente («qué bonito», «mejor a la izquierda»,  «qué frío, voy a ponerme el gorro», etc). Algunos son juicios (sobre mí, sobre otros, sobre el entorno). Los dejo pasar y solo me quedo con los que creo que son observaciones directas que se corresponden con mis sentidos y mi experiencia en ese momento, pero sin recrearme en ellos ni desarrollarlos.

Camino despacio, sin un objetivo claro pero con una intención firme: la de estar en el ahora. Soy consciente de cada paso, observo a mi alrededor. La gente me adelanta, algunos con prisa. No me importa, lo estoy disfrutando.

Paro un momento ante una claro. Observo lentamente el avance de la sombra de un árbol. Me percato de que, a pesar de que estés completamente quieto, inevitablemente te estás moviendo. Te mueves con la rotación de La Tierra, es inexorable. El movimiento es vida. Decido seguir moviéndome.

14:00

Observando un punto fijo, soy más consciente de todo el movimiento a mi alrededor. De la hierba, los pájaros, insectos, etc.

A veces me cruzo con personas que me miran. No juzgo, no me importa si me juzgan.

Como unas avellanas, despacio. Y una bellota del suelo.

Medito nuevamente con un mantra de gratitud. Me invade una agradable sensación de paz interior cuando termino.

17:00

Vuelvo a casa. Hago lentamente la comida. La como lentamente. Soy más consciente de la textura, el sabor, el olor, el color. Soy más consciente de mi sensación de saciedad.

Descanso un poco.

18:30

Cojo la bici y salgo de casa para ir a patinar. Durante todo el trayecto estoy enfocado en el momento presente: fluyo. Supongo que la velocidad ayuda.

Al llegar a la clase de patinaje, estoy absolutamente centrado en la clase y el movimiento. A veces me asaltan pensamientos del tipo «uf, está difícil esto», pero los dejo pasar.

A medida que avanza el día, el proceso de dejar pasar los pensamientos va siendo menos automático. Lo consigo, pero permanecen más tiempo rondando mi mente. Influye mucho en ello conversar con otras personas.

21:00

Ceno una pieza de fruta. Escribo un poco. Contesto algunos mails, mensajes… estando más presente que de costumbre, eso sí. Preparo las cosas para el día siguiente: voy a estar en el evento preparate.org, atendiendo como coach voluntario a las inquietudes de varios desempleados.

22:30

Me acuesto. Duermo relativamente bien.

 

[av_icon_box icon=’7′ position=’left’ title=’Conclusiones’ link=» linktarget=’no’]

Durante todo el día yo diría que he mantenido un nivel de estar en el ahora de más del 95% del tiempo, hasta aproximadamente las 21:00 horas. A partir de ahí, ese porcentaje ha sido mucho menor, pero aún así mayor que habitualmente. Todo gracias a la intención puesta en ello.

Poner la intención en estar en el momento presente, dejando pasar todos los pensamientos que no tuvieran cabida en él, me ha ayudado a:

  • Tomar decisiones más rápidas y acertadas;
  • Ser más consciente de mi cuerpo;
  • Tener mayor capacidad de observación y curiosidad;
  • Disfrutar más de mi día, de mi comida, de mi entorno, etc;
  • Que el día me haya cundido más, sorprendentemente;
  • Fluir;
  • Sentir paz interior.

[/av_icon_box]

Creo que son beneficios lo suficientemente importantes como para dedicar más dedicación a hacerlo.

La diferencia que marca la diferencia para mí, es la intención.

La intención de estar en el ahora.

Escribo estas líneas día y medio después. Durante este tiempo, en el que esa firme intención no ha estado presente, he sido incapaz de repetir esos resultados al mismo nivel. Todo depende de la intención.

Ahora tú

Ha sido una experiencia enriquecedora. Desde aquí, te animo a que lo pruebes. Revisa primero cómo preparé el reto y pon toda tu energía en mantener firmemente la intención de estar en el ahora. No esperes ningún resultado, simplemente prueba, fluye, déjate llevar. Y comparte tus resultados, ¿cómo te ha ido? ;)