Reconozco que el título de de esta entrada puede sonar algo contradictorio con lo que suelo escribir. Es defecto profesional de los coaches hablar constantemente de la importancia de ponerse metas y de cómo definir tus objetivos. Pero la entrada de hoy va más allá. Quizá podría añadirse a esos errores a la hora de definir tus objetivos.
No voy a negar la importancia de ponerse metas, de tener objetivos en la vida. De hecho, creo que es imposible no tenerlos. Absolutamente todo el mundo tiene metas en su vida. Da igual que sean a corto o largo plazo; metas ambiciosas o mundanas; sueños realistas o fantasías imposibles. Todos tenemos metas, incluso las personas que parece que se han abandonado, las tienen. La diferencia no es si tenemos metas o no. La diferencia es cómo llevamos a cabo esos objetivos, qué procesos seguimos y qué resultados obtenemos.

El otro día hablaba con una amiga de unas viejecitas que ella conoce. Le sorprendía el contraste entre un grupito de ellas que siempre tenían metas muy bien definidas y trabajaban para ellas; y una pareja que decía no tener absolutamente ninguna meta en la vida. Simplemente disfrutaban de lo que les deparase el día, y decidían qué hacer según su estado de ánimo al levantarse cada día.

¿Acaso eso no es un objetivo? ¿Desde cuando tener una clara intención de conseguir algo no es tener un objetivo? En este caso, la clara intención de disfrutar del ahora, de cada momento de sus vidas. Sin más ambición que esa… ¡como si fuera una ambición pequeña!

Creo que la verdadera enfermedad crónica de nuestros días es no disfrutar del ahora. Vivimos afectados por el pasado, preocupados por el futuro, pasando cada día mentalmente en cualquier otro lugar menos en el que estamos; pensando en qué vamos a hacer a continuación o al día siguiente. Solo hay ciertos momentos en los que conseguimos esa conexión con el momento presente. Momentos en los que nos sentimos profundamente conectados a lo que nos rodea y disfrutamos de cada una de las sensaciones que registra nuestro cuerpo.

Curiosamente, son también los momentos en los que somos más productivos. Son esos momentos en los que todo fluye y parece que todo sale solo, sin esfuerzo por nuestra parte.

Parece difícil, y lo es. Pero la clave está en la intención. La intención lo es todo. La intención es la elección consciente de dónde pones tu atención. Y como dice un principio chamánico, toda la fuerza sigue a la atención. Donde pongas tu atención, pones tu energía. Tu mente y tu cuerpo trabajan alineados y, como he dicho, todo fluye.

… Pero no ocurre de un día para otro.

Crea tu día

La atención (y la intención) es un músculo que se entrena. Igual que lo es la voluntad, o cualquier habilidad que queramos en nuestra vida. Para que empiece a funcionar en piloto automático es necesario entrenarla. La mejor forma de hacerlo depende de cada uno/a. Yo recomiendo hacerlo cada mañana: crea tu día nada más levantarte. ¿Cómo se hace esto?

Es sencillo, aunque al principio cueste. Simplemente, tómate cinco minutos en silencio. Si al principio no puedes cinco, hazlo en dos. Es imposible no encontrar dos minutos por las mañanas, por muchos horarios o responsabilidades que tengas. Depende de ti hacerlo, no de que tu entorno te lo permita.

En esos minutos, respira profundamente, y con los ojos cerrados piensa en cómo sería ese día para que fuera genial. Y ahora, piensa en qué tienes que hacer tú para que eso pase. Esto es lo importante, realmente. Porque que algo pase no depende de ti, lo único que depende de ti es haberlo hecho lo mejor que podías hacerlo.

 

Nuestra invencibilidad depende de nosotros, la vulnerabilidad del enemigo, depende de él.Sun Tzu

 

No te desanimes si no consigues lo que querías. Es posible que el primer día no te funcione: recuerda que es un músculo que se entrena. Lo importante es que sabrás que has hecho lo que estaba en tu mano para conseguirlo, y tendrás la conciencia tranquila. Y, si vas acumulando un día tras otro haciendo lo que sabes que tienes que hacer, convirtiéndote en esa persona que consigue sus objetivos, acabarás llegando.

El problema de tener metas es obsesionarse por cumplirlas. Constantemente pensando en qué más tenemos que hacer, con miedo de hacerlo mal… Y en realidad lo que debemos hacer es todo lo contrario. Debemos confiar en nosotros mismos, en nuestras posibilidades. Debemos hacer lo que esté en nuestra mano, pero no más.

 

El sabio no hace nada, pero no deja nada por hacer.Lao Tse

 

Como ya dije a la hora de visualizar tus objetivos, es importante centrarse en el proceso y no en el resultado. Crear tu día significa pensar en qué tipo de persona debes ser para conseguir lo que quieres. Y para centrarse en el proceso es necesario estar presente.

Te recomiendo que esos minutos de crear tu día los distribuyas a lo largo del día. Hazlo varias veces al día, como si fuera una prescripción. Por ejemplo, antes de cada comida.

Qué tienes que visualizar

La clave no es ponerse a imaginar a lo loco todas las cosas que te gustaría que te pasaran en el día. Lo importante al crear tu día es en qué tipo de persona tienes que ser para que pase lo que quieres.

Por ejemplo, ¿cómo sería una persona que consigue adelgazar 5 kg? Probablemente sea una persona con disciplina para hacer ejercicio y comer de forma organizada, sabiendo decir que no a las tentaciones. En ese caso, la primera intención que necesita esa persona es la intención de ser disciplinada. Y esa disciplina no solo se manifiesta a la hora de comer y hacer ejercicio. Se manifiesta en todas las áreas de su vida. Esa persona pone toda la atención en ser disciplinada durante ese día, y empieza a notar los cambios.

Aunque sean cambios muy pequeños al principio, y no siempre lo consigas, ten en cuenta que estás aprendiendo una nueva habilidad. Al principio tendrás más errores que aciertos. Así que no te lo pongas difícil, y persiste a pesar de esos errores. Porque con el tiempo ese índice de errores/aciertos se inclinará cada vez más hacia los aciertos.

A pesar de ello, ¿has llegado a un punto en el que te has estancado?

Qué pasa cuando lo que quieres no llega

 

Un buen viajero no tiene un plan marcado, y no se empeña en llegar. –Lao Tse

 

Incluso cuando tengas éxito en tu tarea la mayoría de las veces… sigue mejorando. Sigue poniendo tu intención en ello. Normalmente se llega a un punto, al cabo de un tiempo, en el que parece que no se avanza… Y, sin embargo, ahí es cuando realmente estamos avanzando. Las claves son la persistencia y la paciencia.

¿De qué sirve obsesionarte con alcanzar tu objetivo? Las cosas llegan cuando tienen que llegar. Siempre. Esta es una ley universal. Nada llega más tarde, ni más pronto, de lo que tenía que llegar. Cada cosa llega en el momento adecuado. A veces nos gustaría que llegara en otro momento, pero eso es cosa nuestra. La vida tiene un mensaje para cada uno/a de nosotros, y si nos resistimos a fluir a su ritmo, lo vamos a pasar mal.

En ocasiones es difícil entender ese mensaje, por no decir casi siempre. Pero la vida nos lo repetirá una y otra vez, hasta que lo comprendamos.

Sin embargo, parece que nuestra sociedad va en contra de esta ley universal. Tal vez por eso el estrés está cada vez más presente a nuestro alrededor.

Aunque lo que quieres conseguir no llegue, ¿cuál es el problema? Si has disfrutado de cada paso, de cada día, estando presente… ¿no crees que ha merecido la pena? Qué diferente es cuando por querer llegar has sufrido por el camino, o ni siquiera has sido consciente de él. La vida no es un objetivo, la vida es un proceso. Como ese viaje a Ítaca, tiene mucho que enseñarnos.

Y tú, ¿en qué ocasiones estás yendo en contra de ese flujo de la vida?

 

Foto | Flickr, present moment, wonderful moment, de Fe Langdon en Flickr