Hay un recordatorio que tengo en mi agenda al inicio de cada día. Es un recordatorio muy simple, solo dos palabras que son la base de mi sistema personal de organización:

HAZ MENOS

Esas dos simples palabras me recuerdan que debo centrarme en lo importante y olvidar todo lo accesorio. Que no por hacer más, soy más. Que mis acciones no me definen. Como tampoco lo hacen mis posesiones, o lo que los demás piensen de mí. Es la base de cómo concibo el  minimalismo: no solo poseer menos cosas materiales innecesarias, si no también hacer menos cosas innecesarias. Es la clave para centrarse en lo importante.

haz-masPor eso esta mañana me ha rechinado ver un anuncio de una conocida marca de desodorantes predicando justamente lo contrario: HAZ MÁS. La marca es irrelevante, no pretendo ni mucho menos hacer campaña en contra de ello (a pesar de que esté en contra del uso de desodorantes químicos, así como de otros productos de «higiene» que lo único que hacen es maltratar nuestra piel – pero de ello ya escribiré otro día). Lo que realmente me preocupa es el mensaje. Un mensaje con el que convivimos a diario en nuestra sociedad. La creencia de que cuanto más haces, mejor eres. Lo que también lleva al cuanto más tienes, mejor eres. Parece ser el paradigma imperante, en casi todos los ámbitos: en nuestro trabajo, en nuestras relaciones, en el deporte, nuestras aficiones…

Sin embargo, creo que es una trampa de nuestro ego, un obstáculo para ser más felices. Reconozco que uno de mis principales valores es la paz mental, la serenidad. Y un paso importante para alcanzarla, al menos para mí, es hacer menos. Pero créeme, haciendo menos no solo se alcanza la paz mental. Tu vida mejorará en muchísimos aspectos si te centras en lo importante y no en lo accesorio. Desaparecerá gran parte de tu estrés (estrés que a veces ni siquiera reconoces); con ello, tu salud mejorará. Tus relaciones tendrán la puerta abierta a ser más profundas, más auténticas. Tu trabajo será de más calidad, y tendrás más tiempo libre. Disfrutarás más de tus aficiones y probablemente las lleves a otro nivel.

Me gustan mucho las historias y su poder para hacernos entender y recordar, a través de sus metáforas, ciertos conceptos que de otra forma no calarían tanto sobre nosotros. Quisiera por ello compartir contigo una historia que ilustra muy bien el tema del que estoy hablando: dar prioridad a las cosas importantes de nuestra vida. Se trata de una historia bastante conocida, la historia del frasco y las piedras:

 

En cierta ocasión, un conferenciante quiso sorprender a los asistentes y apareció en la sala con una bandeja que contenía un frasco grande de boca ancha y unas pocas piedras del tamaño de un puño. Colocando la bandeja sobre la mesa, empezó a meter piedras hasta que se llenó el frasco. Luego preguntó:

-¿Creen ustedes que el frasco está lleno?

Los asistentes le miraron y asintieron casi al unísono. Entonces, sacó de debajo de la mesa un cubo con gravilla. Metió parte de la gravilla en el frasco y lo agitó. Las piedrecillas penetraron en los espacios que dejaban las piedras grandes. El conferenciante sonrió con ironía y repitió:

-¿Y ahora, está lleno el frasco?

Esta vez los oyentes dudaron durante un momento. Entonces sacó un cubo con fina arena que comenzó a volcar en el frasco. La arena se filtraba en los pequeños recovecos que dejaban las piedras y la grava.

-¿Y ahora, está lleno? –preguntó de nuevo.

-¡No! –exclamaron esta vez los asistentes, aunque alguno con voz dubitativa.

-¡Claro que no! –dijo. Y, cogiendo una jarra de agua, comenzó a verterla en el frasco.

El frasco, esta vez, parecía completamente lleno. El orador preguntó a su audiencia:

-Bueno, ¿qué hemos demostrado con esto?

A lo que uno de los asistentes respondió:

– Que no importa lo lleno que esté tu tiempo; si lo intentas, siempre puedes hacer más cosas.

-¡No! –exclamó el conferenciante-. Lo que esta lección nos enseña es que si no colocas las piedras grandes primero, nunca podrás colocarlas después. ¿Cuáles son las piedras grandes en tu vida: tu familia, tus amigos, tu salud…?

 

Comprendo que en ocasiones parece que renuncias a muchas cosas cuando actúas de esta forma. Pero, una vez superado ese miedo, te darás cuenta de que, como decía antes, ganas calidad de vida. Ganas tiempo de calidad, trabajo de calidad, relaciones de calidad. Desaparecen muchos problemas, muchas necesidades, muchísimo estrés.

No digo que sea fácil hacerlo; créeme, soy el primero que por inercia tiende a llenar su agenda de tareas, citas… y todavía me queda mucho por «no hacer». Te aseguro que encontrarás muchos obstáculos al principio. Aunque la mayoría de las barreras están en nuestra mente. Somos adictos a pensar a todas horas, a estar ocupados a todas horas. Es nuestra zona de confort, si no lo hacemos así, parece que nos sentimos vacíos. Y lo siento, no hay excusas. Nadie más que tú tiene control sobre lo que haces en tu vida; ni tu jefe, ni tus clientes, ni tu pareja, ni tus padres, ni tus hijos… únicamente tú. Repito, no digo que sea fácil. Pero merece la pena, eso seguro.

En próximos artículos escribiré sobre cómo ir adaptando esa filosofía a la vida que lleves. Sobre cómo superar esas barreras, y ciertos ejercicios que te ayudarán, primero, a darte cuenta de lo verdaderamente importante para ti, y segundo, a darle prioridad a eso y vaciar tu día de momentos innecesarios.

Mientras tanto, recuerda…

 En tu vida, pon primero las cosas importantes.

El resto encontrará su lugar.

¿Qué te ha parecido este artículo? ¿Crees que puede ser de utilidad para alguien a quien aprecies? Si es así, ¡compártelo ahora! No hay mejor momento que el ahora ;)